martes, 9 de noviembre de 2010

VENGO




Vengo con los pies descalzos, húmedos por andar sobre la arena del mar, vengo de labrar tu vientre fértil que se acurruca con su carga de palmeras junto al horizonte eterno y sin querer bota la escudilla donde el sol exprimió naranjas para dárselas de beber a la luna presumida que ahora no quiere volar por entre la negra noche y ponerse a cantar.

Vengo con el pecho descubierto, aterido por salir a navegar sobre el arcoíris de la sierra, vengo de emborracharme con la lluvia que se desploma en la selva virgen de la franja transversal y he enlodado mi morral de Toto donde pongo lo que logro encontrar cuando escarbo por los riscos de Momostenango en busca de tus ojos llorosos para poderlos besar.

Vengo de esconderme tras el pétreo tronco de una Ceiba, furioso por deshojar una blanca orquídea que tenía el alma roja y una gran cola de quetzal. Vengo de pintarme con el aroma de las rosas y la petulancia del crisantemo que crecen en tus labios de india coqueta, que se cuelgan de tus trenzas cuando te invito a bailar.

De venir vengo, de andar ando, vestido de moro y en mi boca traigo la risa de un sueño infantil que se entretiene jugando a la tenta con tus mejillas de cañaveral. Sueño que es dueño de empeño infantil con su calor de abril, abril que mata al cantil, cantil que suena a reptil, reptil teñido de añil, añil que tiñe el candil, candil de la calle… calle de piedra y aceras, calle que cuenta sus chismes, chismes que cuentan poraí de tus amores con Dios… Dios Padre todopoderoso creador de tu cielo y de tu tierra concebidos por obra y gracia de un bendito canto, que han padecido bajo el poder de miles de rifles balas, que han sido crucificados, muertos y sepultados por la ambición y la locura, que han bajado a Xibalbá, que han subido a la eternidad, que resucitan día a día y están sentados a la diestra del mar Atlántico, que vendrán a juzgar la contaminación de los ríos, de la sangre que corre por el asfalto, de los bosques que mueren por el peso del hacha asesina…

Vengo de venir, ando de andar, desnudo de llanto, cubierto de voces, voces que saben a canto de pájaro, a rugir de jaguar, a ladrido de chucho, a maullido de gato, a bufido, a croar, a respiro de tu aire inmortal; tal por cual el ladrón, tal por cual el avaro, tal por cual el que engaña, tal por cual el que calla, que calla como la sombra del árbol caído que se cansó de atrapar ilusiones para envolverlas en papel de regalo y mandárselas a los espíritus ya idos sujetas a un barrilete de espanto…

Vengo de pronunciar tu nombre y tu nombre tiene sabor a eternidad, tiene sabor a pepián, a pulique, a pino. Tu nombre se entreteje en jarcia, se consolida en arcilla de Chinautla, se adorna con gusanos de pino y se duerme bajo la fe cristalina del que labra la tierra, del que siembra los sueños, del que dibuja los días, del que pesca esperanza, del que escribe a diario tu nombre en el mundo Guatemala.

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