jueves, 24 de noviembre de 2011

HOY EMPECE A AMARTE


HOY EMPECE A AMARTE



     Hoy empecé a amarte, en silencio, sin palabras, sin suspiros.

     Puse a mi amor de rodillas agazapado en un rincón del destino, a donde no llegues tú con esa manía que tienes de ponerle luz a las cosas pequeñas.

      Empecé a amarte sin frases hechas, esas frases que tanto te molestan y que a mí me brotan a montones, aunque no todas te las digo.

      Yo no voy a amarte con delirio, con insomnio, con noches eternas; voy a amarte, lo repito, en silencio, sin suspiros ni lamentos, sin vocales ni consonantes.



      Mi amor caminará lejos haciendo distancia y en la distancia te amaré; será un amor desnudo de pecado, sin el letrero de prohibido, aunque sea clandestino siempre, aunque sea un terrorista armado hasta los dientes de soledad y melancolía.

     Hoy empecé a amarte, sin recuerdo, sin martirio, sin fantasía y sin abrigo. Con un amor de luna llena, inalcanzable y frío; sin temores y sin eco. Empecé a amarte como día nublado, como tarde lluviosa; con un amor solitario y gris que parece detenido en un retrato del tiempo que se añeja en medio de un cuadro viejo.

     Un amor desarrapado y triste que pinte violetas en el campo abierto, que se lave los pies descalzos en un charco cristalino de lágrimas no derramadas.


     Empecé a amarte con un amor de vela encendida, borracho de penumbra que se descuelga perezoso en el humo de un cigarrillo mientras con sus dedos  golpea incansablemente la ventana cerrada de la vida.

     No será un amor travieso, no cruzará sus manos ni se llenará los ojos de brisa  mirando vitrinas en la calle. No sabrá del calor de un abrazo ni se derretirá en la cera hirviente de un beso. 

     Será como la nota diáfana de un piano, que solo dura un segundo, pero no muere, permanece latente en la tecla y en los dedos hasta que suene de nuevo.


     Hoy empecé a amarte como debí amarte siempre, antes de conocerte, cuando te conocí, desde un antes y un después.

     Con un amor sencillo; en silencio, sin herirte; sin suspiros, sin palabras, para que tú no lo supieras, para que tú no lo despreciaras. Un amor insignificante, un amor de acuarela y horizonte.

     Un amor hecho de arena de  mar, que se desmorona en la palma de las manos, pero que no se desprende de la piel del alma.


     Hoy empecé a olvidarte para que no se me olvide amarte; y empecé a amarte así, en silencio, sin suspiros, para que no se te olvide… olvidarme.

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