HOY
EMPECE A AMARTE
Hoy empecé a amarte, en silencio, sin palabras, sin suspiros.
Puse a mi amor de rodillas agazapado en un rincón del destino, a donde
no llegues tú con esa manía que tienes de ponerle luz a las cosas pequeñas.
Empecé a amarte sin frases hechas, esas frases que tanto te molestan y
que a mí me brotan a montones, aunque no todas te las digo.
Yo no voy a amarte con delirio, con insomnio, con noches eternas; voy a
amarte, lo repito, en silencio, sin suspiros ni lamentos, sin vocales ni
consonantes.
Mi amor caminará lejos haciendo distancia y en la distancia te amaré;
será un amor desnudo de pecado, sin el letrero de prohibido, aunque sea
clandestino siempre, aunque sea un terrorista armado hasta los dientes de
soledad y melancolía.
Hoy empecé a amarte, sin recuerdo, sin martirio, sin fantasía y sin
abrigo. Con un amor de luna llena, inalcanzable y frío; sin temores y sin eco. Empecé
a amarte como día nublado, como tarde lluviosa; con un amor solitario y gris
que parece detenido en un retrato del tiempo que se añeja en medio de un cuadro
viejo.
Un amor desarrapado y triste que pinte violetas en el campo abierto, que
se lave los pies descalzos en un charco cristalino de lágrimas no derramadas.
Empecé a amarte con un amor de vela encendida, borracho de penumbra que
se descuelga perezoso en el humo de un cigarrillo mientras con sus dedos golpea incansablemente la ventana cerrada de
la vida.
No será un amor travieso, no cruzará sus manos ni se llenará los ojos de
brisa mirando vitrinas en la calle. No
sabrá del calor de un abrazo ni se derretirá en la cera hirviente de un beso.
Será como la nota diáfana de un piano, que solo dura un segundo, pero no
muere, permanece latente en la tecla y en los dedos hasta que suene de nuevo.
Hoy empecé a amarte como debí amarte siempre, antes de conocerte, cuando
te conocí, desde un antes y un después.
Con un amor sencillo; en silencio, sin herirte; sin suspiros, sin
palabras, para que tú no lo supieras, para que tú no lo despreciaras. Un amor
insignificante, un amor de acuarela y horizonte.
Un amor hecho de arena de mar,
que se desmorona en la palma de las manos, pero que no se desprende de la piel
del alma.
Hoy empecé a olvidarte para que no se me olvide amarte; y empecé a
amarte así, en silencio, sin suspiros, para que no se te olvide… olvidarme.
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