¿A DONDE VAS TROVADOR?
Juan M. Solís
(A la memoria de José Ernesto Monzón)
¿A dónde vas José Ernesto
tan despacio sobre la tierra
que te vio nacer?,
¿por qué tus pies descalzos
insisten en borrar las fronteras
para volver uno al continente
y al continente hacerlo canción?
¿A dónde vas José Ernesto
con la vida entre las manos
regalando versos a los bosques
y melodías al atardecer?
¿ por qué tus ojos están ya desnudos de lágrimas
y se trepan como niño campesino
a las copas de los altos cipreses
para ponerse a volar?
No digás nada,
que tu boca solo se abra
para cantarle inmortal
al Cristo milagroso
y en el humo de una vela
tu alma de peregrino
entera se vaya a entregar.
No, José Ernesto,
no es necesario escuchar tu voz
que ahora se siente lejana
y que al bajar por las Majadas seguro se fugará
en los latidos de un juvenil corazón.
Dejá que el silencio,
José Ernesto,
me diga cuántas veces
tu canción escaló las altas cumbres, los altos montes
y sorbió el frío que corre
por el lecho del río San Juan.
Yo se que de las cuerdas de tu guitarra
nació un ¡ Viva San Marcos!
que se acurruca tiernamente
entre dos gigantescos pechos dormidos,
Tajumulco y Tacaná.
No contestés José Ernesto,
que hoy tu recuerdo
se lavará la cara
en las corrientes del Pasabien
y gritará a los vientos
que vos también sos buen oriental.
Y en el día de tu santo
entre cohetes y jolgorio,
tus mañanitas brindarán con la cuxa
que los años no terminan de fermentar.
Es inútil preguntarte
a dónde vas tan seguro
por el pentagama patrio
convertido en tambor y chirimía,
en marimba, lira y contrabajo,
escondido en una nota musical.
¡Ah! José Ernesto¡...
que necio debo ser por cuestionar,
¿es que acaso no quiero darme cuenta
que tu nombre echó raíces
en cada letra de tu bella Guatemala,
que tu canto viajero
se coló por todos los rincones
y se perfumó con el aroma de las flores
para ir a dominguear?
Siempre has estado,
nunca te has ido
y nunca te irás,
estás anclado en la anchura de dos océanos,
con tu rostro viendo al sol
y en tu pecho brota un paisaje
tallado por el amor.
Dicen que moriste José Ernesto,
¡ qué poco te conocen en verdad!,
si vos estás vivo
en cada calle, en cada casa,
en cada pueblo
de esta Guatemala que te adora,
que no olvida ni tu risa ni tu llanto,
ni tus manos,
ni tus sueños... ni tu voz.
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